Renace la alegría por D. Juan Robles Diosdado


En estos días, unos jóvenes alegres y sonrientes, abrazándose, nos recuerdan en el cartel del DOMUND ese eslogan, provocador o alentador, según se mire: Renace la alegría. En tiempos en los que frecuentemente aparecen las caras largas, tristes y amargadas, a veces hasta irritadas, que causan incomodidad en un mundo aburrido y desquiciado, no nos viene mal que alguien nos recuerde que es posible la alegría y que se la puede hacer renacer, que es posible la esperanza. Y ¿cómo se puede superar esa atonía o cuasi desesperación de nuestro mundo? El Papa Francisco ha escrito para nosotros una hermosa carta dedicada al tema de recuperar la alegría. Él reconoce que, muchas veces, los cristianos mostramos caras tristes y aburridas. Con lo cual difícilmente podemos pretender que se unan a nuestro proyecto de Iglesia cualquier tipo de personas, y mucho menos los jóvenes, que tan necesarios son para que una sociedad sobreviva y se renueve. Él empieza su carta con las palabras que le dan nombre a la misma carta: en latín Evangelii gaudium, en español La alegría del Evangelio, o mejor, La alegría de evangelizar. Naturalmente escribe para los cristianos, aunque no excluye a otras personas de buena voluntad que, abiertos a la verdad y deseosos de encontrar la felicidad, acaso pueden vislumbrar un camino de alegría, de paz, y de esperanza en el futuro. Señala él que la fuente de la alegría para un cristiano, o uno que esté dispuesto a serlo, si lo descubre, es el encuentro con Cristo, que nos comunica el evangelio o buena noticia del amor que Dios nos tiene, y que nos lo ofrece para que también nosotros lo anunciemos. Evangelio significa buena noticia, y una buena noticia siempre produce alegría. Jesús es esa buena noticia, Jesús es el Evangelio de la alegría. El Papa Francisco lo proclama desde el principio de su carta programática: “Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”. Y él mismo es un buen ejemplo de ello en su práctica sencilla y comprometida de actuación. Quienes acogen esa buena noticia, ese evangelio de la alegría –las buenas noticias no son para guardarlas, dice el Papa—lo comunican a los demás, para que también ellos sean felices, y encuentren el camino de la verdadera alegría. Esa es la tarea que realizan también, mejor que nadie, los misioneros. Ellos van a territorios lejanos, renunciando a su casa y familia, y se entregan al amor de los niños, a la debilidad de los ancianos, a la fragilidad de los enfermos, a alentar la esperanza de los líderes, padres, maestros, servidores de la salud… Hasta demostrarlo con actos heroicos, como estamos viendo en estos últimos tiempos con el ejemplo de los dos misioneros de San Juan de Dios, y no son los únicos, que expusieron y entregaron su vida al servicio de los afectados por el virus del ébola. En España son trece mil los misioneros. En Salamanca trescientos. Y el Papa nos invita a estar y colaborar con ellos. Una magnífica oportunidad nos la ofrece la jornada del DOMUND que celebramos el próximo domingo. Es una forma de responder al reto que nos lanza el propio Papa, especialmente a todos los cristianos: “¿Por qué no entramos también nosotros en este río de alegría?”. Feliz jornada misionera.