La firma de Ontupaia

 Mi experiencia de voluntariado en Ontupaia, Mozambique, comenzó de una manera inesperada pero llena de determinación. Recuerdo claramente el primer día en clase de Religión de 2º de la ESO, cuando Mireia, nuestra profesora, nos habló sobre sus experiencias como voluntaria. Cada septiembre esperábamos ansiosos su clase, donde nos relataba cómo había sido su voluntariado del verano y despertaba en nosotros el deseo de ser parte de algo más grande. Fue en uno de esos momentos cuando nos habló de Ontupaia, y en ese instante supe que, con 18 años, acompañaría a Mireia a Mozambique.


Desafortunadamente, el destino tenía otros planes y el brote de Covid-19 me impidió realizar mi voluntariado a los 18 años. Sin embargo, no dejé que eso me desalentara y, al cumplir 19 años, tomé un avión que me llevaría a la otra punta de la Tierra. Cada detalle de aquel viaje se quedó grabado en mi memoria. El recuerdo de las hermanas que nos recogieron en su coche, las carreteras sin ninguna señalización, las cabras correteando libremente, las motos sin retrovisores y el señor que se arrastraba por el suelo con chancletas en las manos debido a una enfermedad en las piernas que no podía ser curada.


Aquellas imágenes tan distintas a lo que estaba acostumbrada me impactaron profundamente. Me di cuenta de la dura realidad que enfrentaba la gente en Ontupaia, de cómo había vivido en la ignorancia durante años.


Durante los primeros días, la imagen de aquel señor se repetía en mi cabeza y palabras que había escuchado a lo largo de toda mi vida me empezaban a dar rabia “mira lo poco que tienen y lo felices que son”. Si bien es cierto que algunas personas pueden encontrar satisfacción en las circunstancias más difíciles, generalizar esta idea y atribuirla a todas las personas que viven en la pobreza es un error y una simplificación injusta de la realidad.


Es fundamental cambiar esta mentalidad y promover un enfoque basado en la dignidad y los derechos humanos. En lugar de conformarnos con la idea de que los pobres deberían estar satisfechos con su situación, debemos trabajar juntos para abordar las causas de la pobreza y garantizar que todas las personas tengan acceso a los recursos y las oportunidades necesarias para vivir una vida digna y plena.


En lugar de perpetuar estereotipos y simplificaciones, debemos escuchar y aprender de las voces de las personas que viven en la pobreza, comprender sus necesidades y trabajar para crear un cambio significativo. Esto es justamente lo que hacen las hermanas, su gran labor y solidaridad es lo que más me impactó y lo que intento aplicar en mi día a día.


Mi experiencia en Ontupaia me enseñó lecciones valiosas sobre la importancia del servicio, la empatía y la humildad. Me mostró la realidad de la desigualdad y de lo poco conscientes que podemos llegar a ser de todo lo que tenemos.


Es por eso que todos los días agradezco por todo aquello que tengo, por las personas que me acompañan y por las experiencias que he tenido la oportunidad de vivir.

Fuente: Supergesto