Sacerdotes de la OCSHA con el arzobispo de Valencia |
De pastores y pescadores
En estos días me encuentro en Valencia, celebrando una
reunión de sacerdotes misioneros de la OCSHA (Obra de Cooperación Sacerdotal
Hispanoamericana). Uno de ellos, además, cumplía el jueves último los 50 años
de su ordenación como sacerdote. Todos ellos han pasado, o están pasando
todavía, sus años de trabajo y servicio en países de Hispanoamérica: Argentina,
Bolivia, Brasil, Cuba, Estados Unidos (con inmigrantes hispanos, sobre todo,
especialmente mejicanos)... Todos ellos cuentan las dificultades que tienen que
pasar. Las que pasan, más que nada, los habitantes de aquellos pueblos
latinoamericanos y del Caribe a los que sirven. Pero también cuentan las
posibilidades y las esperanzas de aquellas gentes, su confianza en la obra
salvadora de Jesús de Nazaret, cuya figura ven reflejada en la imagen de estos
sacerdotes que les asisten.
Además de estos pastores (con olor a oveja, diría el Papa
Francisco), asisten a la reunión otros sacerdotes (24 en total) que han trabajado
en América buena parte de su vida y de sus años, y que ya están de vuelta en
España, o bien por haber cumplido sus contratos de trabajo, o porque los
reclaman sus obispos, o porque los años y la salud ya no se lo permiten.
Con abundancia de realismo en sus inquietudes, pero con la
alegría de evangelizar que nos recuerda o nos descubre el buen Papa Francisco
en su carta apostólica Evangelii gaudium
(La alegría del Evangelio).
Sería abusivo aplicar aquí la fácil expresión de
"reunión de pastores oveja muerta". No, como en el caso de la mayor
parte de los misioneros (trece mil de ellos españoles), estos hombres han
entregado sus vidas con riesgo incluso de sus vidas ante los peligrosos lobos
del poder económico o político, y hasta de las maras violentas de la droga, y
tantas amenazas constantes desde posturas opuestas a la libertad y vida plena
que ofrece el conocimiento y la práctica de los valores del evangelio.
Había que ver con qué cariño y orgullo hablan estos buenos
hombres de las impotencias, desesperaciones, pobreza y aun miseria de aquellos
a quienes aman como si fueran (y desde el punto de vista cristiano lo son)
miembros de su propia familia. Y al mismo tiempo cómo se alegran cuando relatan
las evoluciones, avances y progresos de aquellas personas que aceptan la fe
cristiana, que se comprometen con sus enseñanzas y con la práctica de sus
mandatos y consejos.
"El Señor es mi pastor" cantamos con el salmo 22.
Es el Pastor de los pastores, de los que buscan la oveja perdida y alejada del
redil, y que cuidan a las que permanecen en el rebaño, para que encuentren las
aguas y los pastos de que alimentarse y crecer seguras en la comunidad que las
acoge y de la que forman parte, alimentándose con la carne del Cordero que sabe
a alimento celestial que sostiene la vida presente y es garantía de una vida
futura cargada de esperanza y felicidad.
Pastores en Valencia. Quizá fuera mejor hablar aquí de
"pescadores de hombres". Pero lo importante es contemplar el ejemplo
de entrega, solidaridad y amor cristiano, amor divino, que practican estos
hombres magníficos, sacerdotes sobresalientes, conductores de hombres que
confían y creen en ellos, y que en ellos encuentran un camino de esperanza, de
ilusión y de vida plena.
Publicado en www.salamancartvaldia.es